1 de septiembre de 2011

TESTIMONIOS DE AYACUCHO

“No recuerdo su nombre, no recuerdo si era teniente o capitán, éste militar ha cometido tantos abusos. Yo era trabajadora del cen­tro de salud, él abusaba de los mismos soldados y de la población, cuando iba por la calle, mataba a balazos a los perros que se le cruzaban en la calle, y a cualquiera hombre o mujer que estaba cerca le hacía tomar la sangre del perro. “Porque Uds. son perros, igual que éste” les decía. Una vez entró a un matrimonio que con sus costumbres se estaba celebrando en Vilcashuamán, volvió con la tropa y mató a toditas las gentes que estaban en el matrimonio. Hubieron muchos heridos, yo me escapé caminando hacia Cangallo, cargando a mi hijito, y busqué a la Cruz Roja Internacional y denuncié, desde esa fecha ingresa la Cruz Roja a la zona de Vilcashuamán. Este militar parece que ya estaba loco, a los jóvenes gratuitamente les hacía matar, violaban a las mujeres. No­sotros no podíamos hablar, cualquier sospecha con nosotros nos mandaba al cuartel. Conmigo no chocaba porque yo soy técnica en enfermería, y una vez lo curé. Pero con los demás era terrible, a la una, a las dos de la mañana nos levantaba, por gusto, para hacernos barrer la calle. Después de esa matanza en el matrimonio, llegaron otros militares y se lo llevaron, parece que estaba loco. Después en la comunidad de Churia, hubo otra masacre y me llamaron para que fuera a atender. Yo le dije al teniente que tenia que ir. “¿Porqué no va otra?, me dijo, tú también eres terruca”. “Entonces mátame”, le dije. Cuando llegamos a Churia, todita la gente herida, los niños, a ellos me los llevaba al centro de salud, pero se resistían. “¿Porqué me voy a ir contigo”, me decían los niños. Entonces también me traía a la mamá. Ellas me decían “cúramelo, mamacita”. A un profesor lo llevaron al cuartel, lo amarraron en un poste y lo quemaron vivo. El abuso de los militares fue horrible.” (Anónimo)
Lugares de Ayacucho de significado histórico para el Perú y el mundo

“En sus charlas, el doctor Abimael Guzmán hacía el análisis de la situación internacional, después el análisis de la situación na­cional, después la situación regional. Él explicaba estas tres cosas, pero filosóficamente y de acuerdo al desarrollo de las fuerzas productivas, y según la dialéctica, el materialismo histórico y el estudio de Mariátegui, que profundizó en la realidad peruana en los “Siete ensayos de la realidad peruana”. Nadie se movía cuando él hablaba. Sus discursos eran de cuatro, cinco, seis horas, y nadie se cansaba cuando él hablaba, porque analizaba todas las cosas, punto por punto, bien escrudiñadito, tanto filosóficamente, socialmente, políticamente, científicamente, de acuerdo a la única concepción del mundo que hasta ahora no ha sido refutada, el marxismo. Estaba al tanto de los acontecimientos internacionales, tanto económicos, sociales, políticos y organizativos, lo que acontecía constantemente en la realidad peruana, y cómo se interrelacionaban. Desde que se constituyó el partido de la clase obrera aquí en el Perú, el que debía comandar era el que tenía la razón. Pero habían grupos, así como Patria Roja o el de Saturnino Paredes, o el revisionismo de Jorge del Prado, que contratacaban en ese tiempo porque el que llevaba la delantera era Mao Tse Tung, él era el avanzado. Jorge del Prado, creyente del socialismo de Rusia, encabezaba la lucha contra el verdadero marxismo. Fuera de las aulas, el doctor andaba así, normalmente, era un hombre cualquiera, compraba sus periódicos, sus libros, y cada vez que tenía que dictar una conferencia sobre un gran acontecimiento, por ejemplo la revolución cultural china, él lo explicaba bien bonito: cómo era Mao Tse Tung y porqué en un país tan atrasado había hecho esa revolución. Augusta la Torre era su esposa, yo la conocí, casi al nivel del doctor Abimael Guzmán era, luchaba por la reivindicación de la mujer, necesariamente, y ella hablaba de un proceso evolutivo desde la comunidad primitiva hasta la actualidad, y cómo se viene desplazando a la mujer. El día de la madre ella daba una conferencia. La señora Augusta la Torre, que descanse en paz, era una gran mujer, bien inteligente era esa mujer, tenía esas mismas bases filosóficas que tenía el doctor, era su esposa, cuando él vino de Arequipa, se conocieron aquí y no tuvieron hijos, tenía una gran capacidad, un desarrollo formidable. Ella decía: “una mujer no se puede sentar en el invernadero de la burguesía”. Se refería a que una mujer no iba a estar pintarrajeada, sino estaba aquí para trabajar, producir, desarrollarse y transformar la fuerza que encierra en sí la mujer”. (Anónimo)
“La experiencia individual que puedo trasmitirles sobre la re­constitución se profundiza desde 1970, 1971, 1972 hasta 1979 y concluye en el 80. En ese periodo se presentan las contradicciones con Patria Roja y el liquidacionismo del grupo de Saturnino Paredes con quien teníamos contradicciones frontales. Y dentro de la organización se presentan dos facciones: una que no entiende el desarrollo alto de la revolución, y otra que entiende que se debe preparar el inicio del proceso. Algunos se quedan en el Frente de Defensa de Ayacucho, en el aspecto solo reivindicativo, no entienden el trabajo político elevado que la organización tenía que iniciar. En el trabajo de aglutinación de masas cumplían, pero hay un momento en que se llega a romper con ellos porque el trabajo está en los organismos. El Frente estaba encabezado por el profesor Cárdenas, allí estaba Rigoberto García, un tal Quispe, el señor López y otros dirigentes de organizaciones populares, por su insuficiente incomprensión ellos quieren sobreponerse a la dirección de la organización, ellos interpretan que el Frente debe dirigir a la organización. Es allí que ellos, liquidaccionistas de derecha, pretenden dividir el Frente de Defensa y la Federación de Barrios, no se produce el rompimiento, se agudiza en el 78. Los movimientos generados salen a to­dos los barrios, el movimiento clasista barrial, el movimiento intelectual, el movimiento juvenil, el movimiento femenino, el movimiento campe­sino, cada uno tiene su trabajo. El eje principal estuvo en la universidad, que sale a dirigir, allí somos cooptados en el movimiento clasista barrial. Los del Frente hacen su mitin, nosotros también hacemos el nuestro en el parque Sucre, dirigido por la organización, salimos a plantear una posición ideológica definida en función a la ideología del proletariado. Cada indi­viduo toma su posición y trabajamos en diferentes rubros impidiendo la división. Esto se refleja hasta hoy en día, un Rigoberto García nunca va a volver a un trabajo clasista.
Yo me he acercado en el 69 a la organización, pero estuve en Bandera Roja desde el 65, cuando era estudiante secundario, había un FER con cerro y otro sin cerro, porque se decía que el que no iba al campo no era comunista. Mi vínculo fue desde joven cuando estudiaba en el cole­gio Mariscal Cáceres, justamente en el quinto de media. Pero en el cuarto de media, 64, 65, 66, había rezagos del “cheguevarismo”, el Apra y la Democracia Cristiana tenían cierta influencia, y también estábamos noso­tros. En esos días se edita una revista “Ondas Mariscalinas” que dirigía el compañero Mendoza, pero un compañero escribe un artículo “Vietnam en llamas” que la dirección del colegio considera subversivo. Hay una bulla en el salón que llega hasta los oídos del servicio de inteligencia, allí somos expulsados, entre malcriados, apros y nosotros, como 75 alumnos. Todo el mundo preguntaba porqué tanto alumno de cuarto y quinto fueron expul­sados. Yo termino mi secundaria en la vespertina del colegio Ciro Alegría. Los apristas se van al San Ramón y los demás en el Bosco.
Colegio Mariscal Cáceres
La educación ideológica vino con intensidad de la universidad, como influencia de la educación de las masas. El debate estudiantil ha servido bastante en esa época para la autoeducación, para mí, por ejemplo, yo soy un artesano. La pugna al principio era con la Democracia Cris­tiana y con el Apra, luego se zanja, y la polémica se traslada al seno de la izquierda, ya no con la derecha, sino con Patria Roja y con Saturnino Paredes, éramos de la misma corriente, como parte del fraccionamiento del 65. Como representantes de estas grandes polémicas estaba el doctor Kawata, todas las polémicas eran llenos totales, la que tuvo con Tapia, por ejemplo, el famoso Tapia, uno de los grandes “revolucionarios” que nunca ha trabajado organizadamente, pero quería dirigir, como ahora quiere diri­gir al nacionalismo de Humala. En el fondo, él es un aprista que ahora está influyendo en el gobierno actual, él era del MIR, del “Apra Rebelde”, como la esposa de Ollanta que es hija de un aprista, por eso apoyan la constitución del 79 que dirigió Haya de la Torre. Pero un último de­bate importante fue con Lourdes Cárdenas y Mavila, representante de una facción de UDP. También hay una polémica del doctor, a la que no fui, pero tuvo gran repercusión. Él era un gran académico marxista, de hablar pausado, superior a cualquier contendor. Ya des­pués hay un proceso de abandono de la universidad cuando se llega a definir tareas más altas, cuando la organización ya tenía una gran aceptación en Huamanga.
En el 69, la organización tiene hegemonía en el Frente de Defensa, pero la facción liquidadora decían que estaban encima de la organización. Velasco Alvarado saca un decreto el 006 contra la gra­tuidad de la educación. En realidad nunca ha habido esa gratuidad, pero si al alumno lo jalaban en dos cursos debía pagar un sobrecosto, entonces teníamos que levantar la gratuidad de la enseñanza, como hoy en día. Se organiza el FUESA, Frente Único de Estudiantes Se­cundarios que sale desde marzo, abril, mayo en movilizaciones por todas las calles y se une el pueblo en esa lucha. Un viernes, como se venía la protesta más grande con participación del FDP, la Federa­ción de Barrios de Ayacucho, para frenar la lucha detienen a todos los dirigentes del FDP, de la FBA, SUTEP, al doctor también lo detienen. Las masas al conocer las detenciones, desde las 5 y 6 de la mañana salen a las calles exigiendo la libertad de sus dirigentes, especialmente la libertad del Dr. Guzmán. En vista de ello, la policía opta por trasladarlos en avión a Lima. Las masas se dirigen a tomar el aeropuerto para liberar a los presos, pero llegan cuando el avión entraba en vuelo. Aquí en San Juan Bautista –que era una base fuer­te en esa época- vienen el sábado a recoger carne los comerciantes y las carniceras se oponen a llevar la carne al mercado. La policía a la fuerza quiere llevar la carne, pero no lo logran. Fue un movimiento de masas como respuesta a que sus dirigentes estaban presos, una protesta generalizada. ¿Qué hacemos?, decimos en San Juan Bau­tista. Agarramos el carro del Consejo donde se llevaba la carne, lo traemos aquí a la plaza y lo incendiamos como protesta. Como una ráfaga, el pueblo se moviliza en Magdalena, el movimiento estu­diantil, todo el movimiento popular en Ayacucho. Como a las once de la mañana, llegan las fuerzas especiales de Lima y se enfrentan a las masas disparando al cuerpo, comienzan las muertes. Aquí a San Juan llegan a las doce, y cae muerto Silvestre Anaya y muchos heridos que son llevados al hospital. A día siguiente, aquí hay un entierro con toda la masa presente, la lucha se traslada a Huanta. Los campesinos se levantan. Se logra la derogatoria del decreto, pero el gobierno y los periódicos, para justificar las muertes, inventan la historia que Ayacucho se había levantado contra la reforma agraria y no por la gratuidad de la educación”. (Anónimo)

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