1 de enero de 2013

FLORA TRISTÁN: Precursora del feminismo proletario


Hija de una francesa y un coronel peruano, miembro de la armada española, que no llegó a reconocerla legalmente, Flora tuvo una primera infancia de lujo, su casa era visitada por personajes que luego serían hitos en la historia como Simón Bolívar. Esta situación de bondad económica y social se truncó con el deceso de su padre en 1807, cuando apenas tenía 4 años. Vive penosamente en el campo hasta los quince años de edad, y luego se traslada con su madre a uno de los barrios más pobres de París. Comienza a trabajar como obrera en un taller de litografía y con apenas 17 años, se casa con el propietario de ésta, André Chazal. Este matrimonio de conveniencia se disolvió a causa de los celos y malos tratos del esposo. Flora huye del hogar llevándose a sus hijos. Su doble condición de hija natural y esposa separada la redujo a la marginal condición de “paria”, como le gustaba autodenominarse.
Gracias a Pedro Mariano de Goyeneche, pariente de los Tristán, Flora viaja a Perú en 1832 tras la herencia de su padre y para recuperar un puesto digno en la sociedad. Pero únicamente accede a una pensión mensual. De regreso a Francia, emprende una campaña a favor de la emancipación de las mujeres, los derechos de los trabajadores y en contra de la pena de muerte. Ya había conseguido la separación legal de su marido y la custodia de sus hijos; sin embargo, André Chazal, enfurecido e impotente, intenta asesinarla, disparándole en la calle y dejándola malherida, en septiembre de 1838.
Flora gana notoriedad, y Chazal es sometido a proceso que se le complica con la acusación de intentar violar a su propia hija Aline; finalmente es condenado a 20 años de trabajos forzados.
Con reivindicaciones y un proyecto político que sólo pueden articularse en la idea de que todos los seres humanos nacen libres, iguales y con los mismos derechos, Flora Tristán imprime a su feminismo un giro de clase social, que en el futuro daría lugar al feminismo marxista.
Emparentada con las corrientes críticas del “socialismo utópico”, teoriza la necesidad de una Unión Obrera, de un partido obrero. Su lucha incesante por una sociedad más justa e igualitaria ha quedado plasmada en su obra.
Así, en “Peregrinaciones de una paria” (1838) denuncia la exclusión social de la sociedad arequipeña; en “Paseos en Londres” (1840) realiza una de las primeras y más duras descripciones de la vida de los obreros ingleses.
Escribió entonces “la esclavitud no es a mis ojos el más grande de los infortunios humanos desde que conozco el proletariado inglés”.
En “Unión Obrera” (1840) describe como “el mejoramiento de la situación de miseria e ignorancia de los trabajadores” es fundamental, porque “todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer”. Para Flora la situación de las mujeres se deriva de la aceptación del falso principio que afirma la inferioridad de su naturaleza respecto al varón. Este discurso ideológico, hecho desde la ley, la ciencia y la iglesia las margina de la educación racional y las destina a ser esclavas de sus amos. Para Flora, esta degradación moral reviste la mayor importancia, ya que las mujeres, en sus múltiples funciones de madres, amantes, esposas, hijas, etc. “lo son todo en la vida del obrero”, influyen a lo largo de toda su vida. Sostiene que de la educación racional de las mujeres depende la emancipación de los varones. “La ley que esclaviza a la mujer y la priva de instrucción, os oprime también a vosotros, varones proletarios. (...) En nombre de vuestro propio interés, varones; en nombre de vuestra mejora, la vuestra, varones; en fin, en nombre del bienestar universal de todos y de todas os comprometo a reclamar los derechos para la mujer.” (Unión Obrera).
Flora Tristán adelantó su pensamiento al Manifiesto Comunista (1848), postuló la unión de los trabajadores y las mujeres –los oprimidos del mundo- en un coherente programa socialista en L’Union Ouvrière (La Unión Obrera), en donde clama por la necesidad de los trabajadores de organizarse y aboga por su “unidad universal”; siendo la creadora de la consigna “Proletarios del mundo, uníos”. Se convierte así en la primera mujer en hablar del socialismo y de la lucha de los proletarios.
Marx le reconoció su carácter de “precursora de altos ideales nobles”.
Muere a los 41 años, mientras se hallaba en el interior de Francia promoviendo sus libros y sus revolucionarias ideas.

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