1 de julio de 2013

HISTORIA DE LA BANDERA ROJA

El auténtico origen del uso de la bandera roja como insignia de los movimientos obreros se remonta a 1789, durante la Revolución Francesa; la Ley del 20 de octubre de ese mismo año decretaba el despliege de una bandera roja para anunciar que el ejército iba a intervenir, con el fin de reprimir una revuelta.
En marzo de 1871 los revolucionarios se apoderaron del Hotel de Ville en París, que fue el centro de operaciones de la Comuna de París, e izaron la bandera roja de la revolución y el internacionalismo. La Comuna de París fue la primera toma del poder de la clase trabajadora y sus aliados. En su obra La guerra civil en Francia, Carlos Marx dijo: “El viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia ante el espectáculo de la Bandera Roja”.
Banderas rojas en la Comuna de París
Esta no fue la primera vez que los oprimidos izaron la bandera roja como símbolo de sus aspiraciones revolucionarias. Históricamente, las clases rebeldes han izado la bandera roja cuando se han rebelado. Por ejemplo, los esclavos de Roma la izaron cuando sus luchas estremecieron el imperio, que al fin y al cabo sucumbió. La bandera roja era el símbolo de los esclavos que no tenían más opción que la rebelión. Durante las grandes rebeliones de campesinos que barrieron a Alemania, las legiones de campesinos llevaban consigo la bandera roja.
Con el ascenso de la clase burguesa, y el capitalismo, surgió por necesidad el estado nacional moderno, o las naciones. A medida que luchaba por derribar las barreras impuestas por el sistema feudal para crear condiciones favorables para su desarrollo, un mercado para sus mercancías, y la libertad de comercio y transporte, el capitalismo formó a los países tal como los conocemos hoy: cada cual con su propia bandera nacional que representa a la clase capitalista de cada nación.
A medida que iba tumbando las trabas impuestas por la sociedad feudal, fue surgiendo a la par de la burguesía una nueva clase, el proletariado: una clase altamente socializada pero carente de propiedad. El ascenso de la clase capitalista arruinó a muchos campesinos y pequeños propietarios urbanos, que se vieron obligados a trabajar en las fábricas de los capitalistas.
Ya para el siglo XIX, la lucha de clases en el mundo era de un carácter muy diferente a lo que era durante las guerras campesinas alemanas. Desde ese entonces todo movimiento social de importancia sería influenciado de una manera u otra por la lucha del proletariado. La bandera roja, enarbolada por esta nueva clase, adquiriría un nuevo significado: la misión histórica del proletariado de emanciparse a sí misma y a toda la humanidad.

OBSERVANDO EL PANORAMA
Con el lema “he triunfado,
me hice rico, yo fui pobre”,
pero no dicen que se apropiaron del trabajo ajeno,
la burguesía y el capitalismo ya fueron, ya no van,
ya no sirven para el hombre,
la burguesía y el capitalismo solo sirven para saquear,
robar, corromper, hacer guerras, matar al hombre,
al niño, dar mal ejemplo, forjar delincuentes,
empresarios, comerciantes, presidentes,
parlamentarios, FFAA, FP, jueces, periodistas,
J.N.E., alcaldes, etc etc,
todos delincuentes, se acusan mutuamente
“no cumples las leyes, haz robado”,
y todos salen con miles y millones de dólares,
y los pueblos del mundo, con millones de pobres,
pasando hambre, miseria.
La clase obrera
debe cumplir su papel en la historia.
No basta luchar por derechos fundamentales,
por libertad de los presos políticos,
debe dar alternativa económica y política
para enrumbar el camino de un mundo nuevo,
sin pobres ni ricos.
Los ojos del mundo están puestos
en la clase obrera, con esperanzas,
¡viva la clase obrera!
¡viva el proletariado!
¡viva el pueblo organizado!
(JUAN)

LA UNIVERSIDAD LIQUIDADA

En el año 2001, en la Revista Opciones Pedagógicas 23, de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá, publiqué un artículo titulado “La universidad amenazada” donde anunciaba, a grandes rasgos, el desmonte por parte del neoliberalismo de una academia crítica, contestataria y propositiva. Hoy en día la Universidad no solo está amenazada sino liquidada. La tal llamada autoevaluación y acreditación universitaria se ha constituido para la academia en una orden inexorable, en una imposición autoritaria: o la ejecutan o la ejecutan. No hay ni existe tercera vía. Este perverso plan trata de exterminar las apuestas críticas que sostuvieron a la Universidad durante décadas como centro de construcción del debate activo y de saberes a contracorriente. A los viejos académicos polemistas se les ha marginado del ágora universitaria, arrinconándolos en la soledad de sus cátedras y reemplazándolos por jóvenes con “espíritu nuevo” vigorosos, eficaces, eficientes, emprendedores, progresistas y “realistas”. ¿Pero de qué realismo se nos habla? ¿Cuál es la concepción de realidad y de ejercicio de la misma que se propone y se valora? La respuesta la encontramos en las entrañas empresariales y financieras de los mercados. “Sed realistas” es su eslogan, es decir, sed indulgentes con la dictadura de los mercados. (Carlos Fajardo Fajardo http://con-fabulacion.blogspot.com/)

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