La acumulación originaria, acumulación previa o acumulación primitiva es un concepto clave, acuñado por Marx para comprender las leyes del capitalismo y su arquitectura como proyecto político. Sin duda, es una precondición de los procesos de acumulación del capital para fortalecer la posición de la burguesía en el poder.
Marx dice que la acumulación primitiva significa la expropiación del trabajo de los productores directos, y más específicamente, “el aniquilamiento de la propiedad que se funda en el trabajo propio, esto es, la expropiación del trabajador”, permitiendo un elemento fundamental del capitalismo: la explotación del trabajo formalmente libre de otros, es decir, el trabajo asalariado.
El sentido de la acumulación primitiva es perennizar la propiedad de los medios de producción, de tal modo que sus propietarios puedan aprovecharse de la existencia de población sin medios que tiene que trabajar para ellos.
Esa privatización afectó sobre todo a las grandes masas rurales, en Europa del siglo XVII y XVIII, que eran expulsadas del campo y respondía a un programa político que se ha llamado individualismo agrario.
En nuestro país, el proceso de nueva acumulación originaria de capitales en la que está empeñada la gran burguesía se desarrolla con mayor represión. Eso explica los paquetes de leyes represivas, los nuevos despojos de tierras, la nueva concentración en función de los intereses imperialistas, la venta, saqueo y rapiñaje de los recursos naturales. Explica también preferir la venta de gas al extranjero antes de satisfacer las necesidades del mercado interno. No es en otro contexto que debemos entender los sucesos de Bagua, y los recientes de Puno, Huancavelica, Huancayo, donde el pueblo ha salido a defender sus derechos a costa de su propia vida, y son diez los caídos heroicamente, a quienes les rendimos un justo homenaje desde estas líneas.
No tenemos duda que esos planes continuarán, y las luchas de los pueblos por sus derechos fundamentales también. El denso fondo social actual registra más de 227 conflictos sociales por resolver que expresan el latido de la contradicción capitalismo y masas populares. Nuestra solidaridad con las luchas de nuestro pueblo y nuestro rechazo por esos viles asesinatos. Mientras tanto, se siguen sembrando ilusiones.
Con el presidente electo, nos preguntamos qué parte de la gran torta nos tocará en la mesa de invitados, si nos invitan, claro. Qué tamaño tendrá el plato del imperialismo. Qué tamaño el de la gran burguesía. Quizá a la burguesía nacional le “piquen” el diente con algún panecillo. De lo que estamos seguros es que nos darán otra vez migajas y mendrugos si no entramos decididamente a la cocina, a la lucha por nuestros derechos fundamentales.
Ese es el papel que debemos asumir.
EL DIRECTOR
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