Heráclito (siglo VI-V a.n.e.), filósofo materialista y dialéctico espontáneo griego, sostiene: “El cosmos, el mismo para todos, no ha sido creado ni por los dioses ni por los hombres sino que siempre fue, es y será fuego viviente, que se enciende según medidas y se extingue según medidas.” Formulación sin base científica, pues la ciencia daba recién sus primeros pasos, que sostiene la constancia y eternidad de la materia en automovimiento.
En el siglo XVIII, la producción capitalista en desarrollo requería el manejo de la combustión y de la oxidación de algunos materiales como el hierro. Lavoisier no fue el primero en estudiarlos, pero sí el que contó con los medios técnicos para medirlos con la precisión requerida y comprobar que el peso total de los materiales que intervenían en dichos procesos se mantenía constante, aunque habían variado los compuestos. Por ejemplo, al analizar un trozo de madera transformado en ceniza por combustión, comprobó que si bien la ceniza pesaba menos que la madera, el peso de los gases liberados en este proceso compensaba la diferencia. De sus experimentos científicos extrajo la ley de que la materia no se crea ni se destruye, sino solo se transforma. Esta es la ley de la conservación de la materia, entendida como masa, una forma de la materia. Así se da un primer salto en el conocimiento científico de la ley de conservación de la materia.
Las necesidades de la producción en el siglo XIX, especialmente el uso del vapor y la mecanización mayor de la industria, con la tecnología involucrada, dieron la base para que James Joule, en 1847, descubra la equivalencia entre el trabajo y el calor: el trabajo se transforma en una cantidad equivalente de calor, y viceversa. Inmediatamente después, Helmholtz generaliza este descubrimiento a las diversas formas de energía, y formula la ley de conservación de la energía: la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma o transfiere; o en su formulación más simple: la energía total del universo se mantiene invariable.
Engels concluye que con esta ley “la unidad de todo el movimiento en la naturaleza ahora ya no es una afirmación filosófica (como en Heráclito), sino un hecho científico-natural” (Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana). Lo que implicó profundización en el conocimiento de la realidad material.
De esta manera, se entra al siglo XX con dos leyes de conservación: de la “materia” (en su forma de masa) y de la energía. Pero este conocimiento resultó relativo.
En el último tercio del siglo XIX se desarrolla la producción a niveles no alcanzados antes, así como la tecnología necesaria, y se gesta el imperialismo. En este contexto histórico se descubren nuevas realidades materiales que dan base para el desarrollo de la ciencia. En 1905, Einstein descubre, derivada de su teoría de la relatividad, la equivalencia entre masa y energía: la masa puede convertirse en su equivalente en energía, y ésta en masa. Así llega a una nueva formulación de la ley de la conservación de la energía: unifica la masa y la energía como formas de la materia. Esta ley implica un salto en el conocimiento, un mayor nivel de generalización, que explica fenómenos nuevos, como los que se producen en los átomos y en su interior.
Visto el proceso seguido por esta ley, resulta evidente que lo que fue valedero para las necesidades de la producción en los siglos XVIII y XIX dejó de serlo en los inicios del siglo XX. Derivado del proceso productivo, el conocimiento científico se profundizó, descubriéndose una ley de mayor generalidad que otorga mayor capacidad de transformación de la naturaleza.
Ahora, esta formulación de la ley de conservación de la energía, ¿se mantendrá invariable, como verdad absoluta? La ciencia estudia las leyes de la realidad material y se sustenta en la experimentación, en la práctica que es prueba de verdad. Al concretar este estudio, los científicos toman solo una parte de la materia; no puede ser de otra manera. En el caso que abordamos, primero fue la masa, después la energía y, posteriormente, Einstein unifica las dos anteriores e incluye nuevas formas de la materia. Pero la realidad material es inagotable en cantidad y calidad, y el hombre solo conoce una parte de ésta, la parte más cercana, la que nos permiten los medios generados por un determinado momento del desarrollo histórico de la sociedad. Además, la sociedad se desarrolla por el impulso de las fuerzas nuevas y permitirá el descubrimiento de nuevas formas de la materia, que actualmente ni imaginamos, y generará el desarrollo de esta ley, alcanzando mayor generalidad y profundidad, incorporando lo ya conocido a las nuevas realidades.
En conclusión, el conocimiento es cada día más amplio y profundo; a la vez sabemos que muchas cosas más nos falta conocer, y habrá muchas más porque la materia es infinita y está en constante transformación; en tanto que la mente del hombre no es sino una pequeña pero maravillosa creación de la materia, por lo que jamás podrá conocer todas las leyes que rigen el movimiento de la materia ni llegar a verdades absolutas, completas, inalterables. Pero lo que conozca en un momento histórico determinado le permitirá resolver sus necesidades de producción y transformar la realidad.
Walter Vargas Cárdenas
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