11 de septiembre de 2010

PERÚ: EL CONFLICTO POLÍTICO INTERNO

PERU:

EL CONFLICTO POLITICO INTERNO

Por Juan Cousselo

Nota de Redacción: Ha llegado hasta nosotros el presente artículo. Después de evaluarlo, consideramos que aporta críterios objetivos al debate actual sobre la necesidad de una reconciliación nacional. En consecuencia, lo ponemos al alcance de nuestros lectores.

Desde que estalló el conflicto cruento dentro de la sociedad peruana (Mayo de 1980), con la declaración de guerra por parte del Partido Comunista del Perú (PCP-SL) contra el Estado y sus Fuerzas Armadas, podemos encontrar dos líneas políticas y militares antagónicas bien definidas:

Por un lado, la denominada “Guerra Popular”, teoría militar del proletariado, elaborada por Mao Tse Tung, Jefatura de la Revolución China, aplicada a las condiciones especificas de la realidad peruana por el Dr Abimael Guzmán, Presidente y Jefatura del PCP-SL.; fue una guerra de masas sustentada por campesinos politizados, a la que se sumaron obreros, estudiantes, profesionales, llegando a formar un ejército de más de 20,000 personas dirigidas por los maoístas. Su centro fue la construcción de Bases de Apoyo y la destrucción de la “semifeudalidad, el capitalismo burocrático y el imperialismo”; lo que implicaba la eliminación de organizaciones, grupos y personas vinculados a esos objetivos políticos y militares. Su perspectiva inmediata era la toma del poder después de derrotar a las fuerzas del orden para instaurar la República Popular de Nueva Democracia. Esos son sus fundamentos respecto a su línea militar. Es decir, tuvieron una Ideología marxista-leninista-maoísta, pensamiento gonzalo, un Partido, un Programa con objetivos claros. Ellos llegaron hasta el Equilibrio Estratégico en Julio de 1,992, su punto más alto, a los dos meses fue capturada la Dirección del PCP-SL. Esto implicó un giro estratégico decisivo para ese proceso político social revolucionario. Y, en 1993, su Presidencia y Dirección Central planteaban, formal y unilateralmente, la culminación de la guerra y el inicio de la IV Etapa, etapa de su organización dentro de una “Nueva Gran Estrategia” para desenvolverse en tiempos de paz.

Por el otro lado, la estrategia de la “Guerra Contrasubversiva” o “Pacificación”, estuvo basado en la doctrina y principios de la “guerra de baja intensidad” elaborado por el Pentágono Norteamericano y ejecutado por el Estado Peruano, a través de sus FFAA con asesores estadounidenses, israelíes, ingleses, rusos, entre muchos agentes muy bien capacitados de España, Alemania e Italia. Todos con gran experiencia en la lucha antisubversiva, en guerras convencionales e incluso los servicios de inteligencia de la guerra fría (participaron agentes de la Iglesia Católica y también de la Iglesia Cristiana, entre otras).

La Jefatura del Estado Peruano fue asumida por los Presidentes Fernando Belaunde Terry, Alan García Perez y Alberto Fujimori. Hubieron sectores sociales que asumieron la defensa del Estado, más que de sus gobiernos; ellos fueron empresarios, jerarquías eclesiásticas, periodistas, profesionales, políticos e incluso dirigentes reconocidos de la izquierda oficial. La “Pacificación” tuvo como centro aniquilar la “Guerra Popular” aplicando una “política genocida estatal” (demostrada por la propia Comisión de la Verdad y Reconciliación) a lo largo de su guerra contrasubversiva. Sus principios militares fueron :“Matar todo, quemar todo y arrasar todo”; además, crearon Rondas Campesinas para enfrentar “masas contra masas” e intensificaron sus labores de inteligencia al más alto nivel, así pues, aplicando la Estrategia Francesa “descabezar al enemigo” lograron éxitos, especialmente con la captura de la Dirección Central del PCP-SL y su posterior derrota. Aspectos que le permitieron al Estado y en particular al gobierno de Alberto Fujimori, viabilizar el largo “plan del neoliberalismo”, legitimarse, aprobar una nueva Constitución Política y potenciar su política de criminalización, persecusión y estigmatización de todo aquel que osara levantarse a protestar contra el régimen, especialmente si eran del campo popular.

Fueron dos estrategias políticas y militares en confrontación cruenta, sangrienta, implacable como son las luchas por el poder político, como son las guerras nacionales, las rebeliones y revoluciones desde que aparecieron las clases sociales. Recordemos la historia: La Rebelión de Espartaco contra el Imperio Romano, en la esclavitud. La Guerra de las Cruzadas entre cristianos y musulmanes durante doscientos años y las rebeliones campesinas en la feudalidad. Todas fueron cruentas, terriblemente dolorosas para los seres humanos.

La lucha de los pueblos y naciones por su independencia frente al Imperio Español (responsable de la muerte de millones de nativos americanos y cuya clase hoy sigue gozando de los beneficios del poder e incluso después de haber ahogado en sangre a la población en la Guerra Civil Española y después de haber estigmatizado a los comunistas durante cuarenta años, gracias a la labor del Opus Dei y Franco). La rebelión de las colonias contra los Imperios inglés, francés, holandés, portugués, etc, cumplió la misma regla. Por ejemplo, en los Estados Unidos les costó casi un millón de vidas imponer el sistema capitalista. Casi el 10% de su población se sacrificó para cambiar su realidad social, política y económica.

La primera y segunda Guerras Mundiales demuestran su crueldad. Las guerras entre Israel y Palestina siguen el mismo camino. Las guerras actuales en Irak y Afganistán y la que se prepara en Sudamérica, desde Colombia contra Venezuela y Ecuador, sin obviar a Bolivia, no serán la excepción. Las Revoluciones: Francesa, Mexicana, Rusa, China, Cubana, Vietnamita, Camboyana, etc, así como las luchas armadas en Colombia, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil y Perú en la década de los sesenta son ejemplos reales de que todas las guerras son hechos políticos cruentos y sangrientos, no surgen de la voluntad de un individuo, son las contradicciones agudizadas y antagonizadas dentro de una sociedad y que, en un determinado momento histórico, se expresan y estallan al no encontrar una salida política; es decir, la guerra es la continuación de la política por otros medios, por medios cruentos.
Sin embargo, siendo la Guerra lo más cruel que nos podamos imaginar, el ser humano avanzó en regularlos con leyes, convenios y tratados internacionales entre las personas, pueblos y naciones que se enfrentaron para buscar salidas políticas y alcanzar la Paz con Reconciliación y Amnistía. En el Perú, existe tradición de Amnistía y Reconciliación, de la que los apristas se han beneficiado más que los comunistas. Pero, como en todo, surgen las oposiciones, los que no quieren paz, los que desean continuar manipulando una guerra que ya concluyó, los que desean que se pierdan vidas para ganar ellos. Nos referimos a los guerreristas y traficantes de la sangre derramada. Estos, se dan la mano entre si y vociferan: ¡venganza!, que lleve a la muerte rápida o lenta a quienes han sido derrotados. Y, estos personajes en la historia, son los mismos que avalaron crímenes, que se agazaparon en algunos grupos de poder y que ahora salen oportunistamente como “jueces implacables” para condenar la posibilidad de pasar de la Guerra a la Paz.

Por respeto a los seres humanos caídos en la Guerra, a los que fueron víctimas de ambos frentes y a los deudos, es preciso dejar claro que todos tenemos derecho a opinar y a participar en la vida política del país. Es la “libertad de asociación”, la “libertad de pensamiento”, la “libertad de prensa”; más aún, quienes vivieron en carne propia el conflicto interno tienen todo el derecho de decir su verdad, aunque discrepemos en nuestros análisis.

Los comentarios de odio y resentimiento no sirven al campo popular. Es comprensible dependiendo de quien venga, pero son dañinos si se busca sellar con paz un pasado de violencia. La paz entendida como un repliegue necesario en el camino a la transformación general de la sociedad, es bienvenida. La realidad y la necesidad del pueblo y la nación peruana demandan, desde hace más de una década, que se encuentren soluciones políticas a los problemas surgidos a raíz del conflicto cruento. Las luchas emprendidas por las reivindicaciones más elementales no encuentran una dirección capaz que las conduzca a la victoria, es necesario entender que las fuerzas más consecuentes de la izquierda peruana estando encarceladas son una desventaja para el movimiento popular, pero en cambio, beneficia a la derecha.

Las movilizaciones políticas impresionantes del Primero de Mayo, las libertades de presos políticos como la señora Berenson, los matrimonios entre dirigentes políticos como el Dr. Abimael Guzmán y la señora Elena Iparraguirre, la lucha por los beneficios penitenciarios conculcados en octubre del 2009 y la defensa de los derechos de todos y cada uno de los prisioneros sirve al campo popular. Quien no quiera ver esto y se afane en enlodarlos tras imputarles “capitulación y arrepentimiento”, simple y llanamente está poniéndose en otra tienda. Es importante que todas las organizaciones populares busquen las formas ideológicas, políticas y jurídicas correctas para lograr la libertad de los prisioneros, sin mezquindades. No solo de los maoístas, sino también de los guevaristas. Esa debe ser la principal preocupación, ya que el tema está en la mesa de debate nacional y el momento político es el más apropiado para converger y derrotar a la derecha neoliberal. La lucha por encontrar soluciones políticas y no militares, la lucha por lograr una Amnistía General y no indultos personales, la lucha por la Reconciliación Nacional y no la venganza y la estigmatización son políticas correctas que sirven al pueblo. Felizmente, las mentes más sanas y lúcidas pueden percibir esta necesidad para el bien de la nación peruana.





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