Por: Mercedes García
En una sociedad que por todos los lados pone vayas de alturas imposibles a las mayorías, y donde sin embargo la palabra “éxito” relumbra con luces de neón, lo más probable es que la depresión y una sensación de minusvalidez mental sea lo que a veces late más frecuentemente en la profundidad de nuestras almas.
El perfil más a la mano para designar a una persona exitosa es cuando tiene una cartera cargada de billetes o tarjetas de crédito, un auto último modelo aguardándolo, una sonrisa de oreja a oreja y al lado una compañía despampanante. Pero lo real es que éstas son imágenes idealizadas por el mercado que a lo largo de los años, a través de todos los medios de comunicación, ha logrado desvirtuar el concepto ganancia. O mejor, ha creado una horma para entenderla en el marco de los intereses de la clase que guía a la sociedad peruana.
Con la historia extraordinaria que heredamos, en realidad, los peruanos somos por lo general personas exitosas. Lo lamentable es que nos damos cuenta de ello sólo delante de situaciones de emergencia, o en el desafío de la supervivencia fuera del país, cuando los objetivos no pueden ser más claros porque son los únicos dignos de priorizar. Por eso podría atreverme a afirmar que el éxito comienza cuando uno sabe lo que quiere, o para decirlo de una manera más práctica: sabe para qué sirve y a quién quiere servir.
Puede esta primera conciencia permitirnos organizar nuestra energía, y saber qué “salida” vamos a darle. “Salida” es la traducción de “éxito” en ingles. Pero los condicionamientos sociales que nos bombardean cada minuto nos impiden ver el rumbo de nuestras más profundas energías. Decir en voz alta aquello que pensamos. No debemos dudar que los caminos individualistas del éxito nos conducen siempre a apartarnos, a aislarnos de las colectividades, de nuestro más intenso calor. Y lo constante puede ser esa voz que se desliza bajo la mesa, el rumor. Dicen que viaja todavía más rápido que la velocidad de la luz en un medio como el nuestro.
Muchos aún no asumimos las nuevas condiciones sociales que se presentan en el mundo entero y especialmente en el Perú. No es ninguna novedad: las fuerzas populares del mundo se reagrupan. Y en plazo tan breve ya anuncian su nueva presencia en el escenario político mundial. Es cuestión de tiempo, dicen algunos. Otros, debemos “contemporanizar”. Y nos inventamos diferencias y disputas. Pero en todos los casos, seguiremos adelante, exitosamente
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