“Todavía no tengo grabaciones, pero me he presentado en el Canal 7, en la Derrama Magisterial de Lima, aquí en Huamanga acompaño en los compromisos, cumpleaños, exposiciones, presentaciones de libros. He salido, solo y por primera vez, antes viajaba con mi padre, a Chiclayo, al Colegio Médico del Perú y recientemente fui llamado para participar en la inauguración del Gran Teatro Nacional”
“En la familia, mi papá es el que toca el arpa. El tiene compromisos, y desde niño él me llevaba, desde los siete, ocho años, yo lo miraba, lo escuchaba. A los diez años, de tanto acompañarlo, me nace querer tocar el arpa. Y le digo: “papá, enséñame”. Él gustoso, me enseña como primer tema “El cóndor pasa”. A los 12 años toqué por primera vez en mi colegio, el Luis Carranza, por su aniversario. Desde allí, ya soy autodidacta.
Pero no estoy a gusto en esta condición. Por intuición saco las notas, pero quiero estudiar, leer el pentagrama, para avanzar en los arpegios. Pero aquí en Huamanga nadie enseña arpa. Bueno, mi papa enseña a aquellos que les interesa, él es egresado de la escuela de música. Hay arpa de Paraguay, Uruguay, Argentina, aquí tenemos el arpa huamanguina, también en Ancash, en el norte chico de Lima. Allí han aparecido unas arpas pequeñitas que están sonando en los huaynos de Dina Paucar, Sonia Morales, son un poco vergonzosas esas formas, es un arpa “chicha”, no quiero ofenderlos.
Me gustaría vincular la música a lo que, en esencia, nos identifica. No me gustan esas combinaciones del huayno que pegan en la gente pero no tienen esencia de tierra adentro. Yo quisiera rescatar esos huaynos. Mi repertorio es variado, huayno huamanguino, me gustan las polkas, marineras, más que nada música para salón, para escuchar”.
CIEN AÑOS DE CANTINFLAS
Cuando en México de los años 30 irrumpe Cantinflas en la pantalla, casi el 35% de la población era analfabeta y la pobreza arreciaba en los sectores populares. Su presencia, con el aspecto desgarbado, el bigotito a los lados característico del indígena, su vestuario parchado, el sombrero roto y su pañuelo rojo en el cuello, representa pronto a ese pueblo marginado, y con su actitud irreverente desafiando a las autoridades de la sociedad se gana la simpatía del público mexicano y latinoamericano.
De origen muy humilde, Mario Moreno, el gran actor que encarnó a Cantinflas, empezó su carrera de humorista parodiando a los políticos bajo las carpas de los circos más pobres. La industria mexicana del cine lo capta, pero él impone su personalidad sarcástica con una prosa inigualable y solo comprensible, si se puede decir así, para quienes hablamos el castellano.
Porque su arte en el idioma, consistió precisamente en no decir nada con muchas palabras, lo que dio lugar al verbo “cantinflear”.
Son notables sus primeras películas “Así es mi tierra” (1937), “Águila o sol” (1937), “Ahí está el detalle” (1940), “El gendarme desconocido” (1941), “Ni sangre ni arena” (1941), entre muchas otras. El crítico mexicano Carlos Bonfl, del diario La Jornada afirma: “Cantinflas o El peladito era un proletario de ascendencia indígena, un ser crítico, subversivo en el habla, que se burla de la retórica gastada de los gobiernos de turno, que con el tiempo perdería autenticidad y convierte su personaje en un hombre oficialista, de humor blanco y complaciente”.
Cien años después de su nacimiento, Mario Moreno sigue siendo un referente del cine popular de nuestro tiempo, de la crítica social y de un humor solo comparable con el del gran Charles Chaplin. (A.M.)
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