1 de septiembre de 2013

EDITORIAL

El pasado se empeña en signar el rumbo político del presente, nos alcanza delante de nuestras decisiones y empaña los días con la turbiedad de la repetición. Nos impide el avance. Así en el fuero más interno como en las contradicciones sociales. Si no miramos con profundo cuestionamiento el movimiento de lo real, serenamente, compaginados con los tiempos, efectivamente, podemos volver a lo mismo, ahora sin alegría. Pero la marcha incontenible de los hechos protagonizados hoy por las grandes masas del Perú y del mundo, la situación transformadora en ciernes, es el más claro horizonte donde debemos mirarnos.
La contienda social en el Perú, las luchas de los pueblos por una sociedad que satisfaga sus necesidades, no cesó un solo momento. Los reveses fortalecieron a los que apostaron con firmeza por los cambios, por el incesante movimiento. Y por lo justo. Un conjunto de acontecimientos populares, de auténtica defensa de sus derechos fundamentales, se desarrolló la década pasada, y que recientemente fueron acaso coronados, por su resonancia, con la defensa de una comunidad cajamarquina de sus lagunas y contra el proyecto Conga.
Esa conciencia social, aún no completamente desarrollada, late en el corazón de los peruanos contra el atraso, la desocupación, los atropellos a las comunidades, la inseguridad, la traba a la producción nacional, la falta de perspectivas, todas abonan a la construcción de una apuesta superior, el gran frente que todas las condiciones avizoran. Nunca más que ahora es visible la orfandad de la clase en el poder, su incapacidad para estar a la cabeza de la sociedad, con la cosecha de su propio cultivo: un país no reconciliado, con heridas aún abiertas, quizá con las mismas cuentas pendientes que arrastra desde su origen republicano, y que desencadenaron tantas rebeliones a lo largo de la historia.

Y llegan ahora a la misma conclusión: la necesidad de un nuevo Estado. Los viejos caudillismos se juntan a los nuevos personalismos. Pero la corrupción, la podredumbre que socaba las bases mismas del Estado, hace necesaria una cirugía de alto riesgo que no están dispuestos a hacer. Por eso, como común acuerdo siguen afirmándose en la represión contra las luchas del pueblo, pero éste sabe que la exacta valoración de su legado político y la cuidadosa atención a sus principios deben, sentido de la unidad mediante, permitirle ser el enorme muro que detenga la arremetida antipopular en marcha.







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