1 de septiembre de 2012

EDITORIAL



Derecha e izquierda son denominaciones que tienen nuestras manos, y quizá todo el obrar humano. Pero en términos políticos son acaso las partes de acciones recesivas y de otras dinámicas. A la larga complementarias, como partes de un conjunto. Es difícil creer que una es “bruta y achorada”, como alguien la ha adjetivado.
A menos que deliberadamente se empecine en no ver la realidad. Que ha habido en nuestro país un conflicto interno, el más violento levantado nunca contra el Estado, es algo que demarcará la vocación de los historiadores en ciernes. Pero es un hecho que no se puede seccionar, y esconder en una maleta, para que pase desapercibido y que siga la fiesta.
Contra la memoria de los pueblos no ha habido nunca coartada suficiente.
Pero ello terminó ya hace casi veinte años. Algún término debe denominar el empeño en quedarse atrapado por el pasado. Porque nuevas circunstancias han lavado los dos cauces del rio. Ahora pareciera que la verdad no es la que nos conduce a la reconciliación nacional, sino un programa de televisión que le ha puesto el mismo precio a aquello que podría avergonzar a cualquiera como a revelar los intestinos de las fuerzas del “orden”, los heroicos vencedores de aquel conflicto. Y desde esos espacios empeñados en embadurnar el pasado, todos están de acuerdo que el enemigo principal son los seguidores del marxismo. Y claman por su persecución.
Pero en la actual guerra ideológica, ¿se pueden deslegitimar las ideas? ¿Se puede estigmatizar la persistencia en una ideología? ¿Se puede condenar al marxismo por aspirar a la construcción de un mundo mejor? Y a su expresión actual, el marxismo-leninismo-maoísmo, ¿se le puede adjudicar todos los auges y reveses de ese propósito? ¿Y es el pensamiento gonzalo la excepción del artículo 19 de la declaración universal de los derechos humanos que preserva la libertad de pensamiento, opinión y expresión? Obviamente, se quiere perseguir las ideas.
Ello compromete altamente a todos, pero de manera especial al campo de los intelectuales.
Es verdad que en ese campo muchos han capitulado, y ya no es el análisis científico y dialéctico aquello que guía su obrar, y cuanto menos su adhesión a la ideología de los trabajadores. Pero los jóvenes bien pensantes y todos aquellos que se reclamen demócratas no pueden permitir que prospere ese nefasto proyecto propuesto por el actual premier para castigar la memoria de los hechos.
Y con ello suprimir nuestros pensamientos y nuestra libertad de expresarlos. Es a todas luces una persecución política que no puede admitirse. Al contrario, abrirá, otra vez, el debate sobre el tema.
Nuestra solidaridad con el Dr. Alfredo Crespo, y con todos aquellos que por persistir en sus sueños de construir un Perú igualitario, aún ahora, siguen siendo víctimas del odio y la venganza que alienta el sector más rancio de nuestra vieja burguesía.


No hay comentarios: