Derecha e izquierda son denominaciones
que tienen nuestras manos, y quizá todo el obrar humano. Pero en términos
políticos son acaso las partes de acciones recesivas y de otras dinámicas. A la
larga complementarias, como partes de un conjunto. Es difícil creer que una es
“bruta y achorada”, como alguien la ha adjetivado.
A menos que deliberadamente se
empecine en no ver la realidad. Que ha habido en nuestro país un conflicto
interno, el más violento levantado nunca contra el Estado, es algo que demarcará
la vocación de los historiadores en ciernes. Pero es un hecho que no se puede
seccionar, y esconder en una maleta, para que pase desapercibido y que siga la
fiesta.
Contra la memoria de los pueblos no ha
habido nunca coartada suficiente.
Pero ello terminó ya hace casi veinte
años. Algún término debe denominar el empeño en quedarse atrapado por el
pasado. Porque nuevas circunstancias han lavado los dos cauces del rio. Ahora
pareciera que la verdad no es la que nos conduce a la reconciliación nacional,
sino un programa de televisión que le ha puesto el mismo precio a aquello que
podría avergonzar a cualquiera como a revelar los intestinos de las fuerzas del
“orden”, los heroicos vencedores de aquel conflicto. Y desde esos espacios empeñados
en embadurnar el pasado, todos están de acuerdo que el enemigo principal son
los seguidores del marxismo. Y claman por su persecución.
Pero en la actual guerra ideológica,
¿se pueden deslegitimar las ideas? ¿Se puede estigmatizar la persistencia en
una ideología? ¿Se puede condenar al marxismo por aspirar a la construcción de
un mundo mejor? Y a su expresión actual, el marxismo-leninismo-maoísmo, ¿se le
puede adjudicar todos los auges y reveses de ese propósito? ¿Y es el
pensamiento gonzalo la excepción del artículo 19 de la declaración universal de
los derechos humanos que preserva la libertad de pensamiento, opinión y
expresión? Obviamente, se quiere perseguir las ideas.
Ello compromete altamente a todos,
pero de manera especial al campo de los intelectuales.
Es verdad que en ese campo muchos han
capitulado, y ya no es el análisis científico y dialéctico aquello que guía su
obrar, y cuanto menos su adhesión a la ideología de los trabajadores. Pero los
jóvenes bien pensantes y todos aquellos que se reclamen demócratas no pueden permitir
que prospere ese nefasto proyecto propuesto por el actual premier para castigar
la memoria de los hechos.
Y con ello suprimir nuestros
pensamientos y nuestra libertad de expresarlos. Es a todas luces una
persecución política que no puede admitirse. Al contrario, abrirá, otra vez, el
debate sobre el tema.
Nuestra solidaridad con el Dr. Alfredo
Crespo, y con todos aquellos que por persistir en sus sueños de construir un
Perú igualitario, aún ahora, siguen siendo víctimas del odio y la venganza que
alienta el sector más rancio de nuestra vieja burguesía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario