Dicen los analistas que el ambiente
político tiende a “polarizarse” alrededor del tema de la revocatoria próxima a
realizarse y donde nos arrancarán un sí o un no. Nos viene a la memoria las circunstancias
en que las elecciones presidenciales estaban próximas, y al actual presidente
lo habían convertido en un “cuco” del sistema, con la hija de Fujimori también
favorita en la contienda. Entonces, nuestro premio nobel, Mario Vargas Llosa,
salió a decir que no sabría preferir entre el cáncer y el sida.
Como sabemos, la balanza se inclinó
a favor del que ofreció la “gran transformación” y después cambió de ruta. Y
justamente es en esa atmósfera, en ese clima “progresista” donde todos pusimos nuestro
corazoncito votando por él, que la izquierda a la que muchos llaman “caviar”
hizo coro en torno a la candidatura por la alcaldía de Susana Villarán. Lima
volvió a “respirar”, después de saber que la era Castañeda había llegado a su
fin.
Pero al poco tiempo ambos se fueron aislando
más y más de la población, de su conjunto base, de su ideario social, y
volvieron al nervio de esa burguesía que se pelea entre sí, para demostrar que
cada cual tiene una razón, en todos los casos para reafirmarse en la acumulación
originaria a que están comprometidos visceralmente, en el acuerdo unánime de
una súper explotación de la masa laboral.
Y allí están, cada vez más parecidos
a sus caricaturas, apostando que sus encuestas pueden hacernos creer que tienen
la simpatía de las multitudes nacionales. Y aquella que le metió bala, palo y
caballo al pueblo, a los trabajadores más humildes, acusados de lumpenazgo,
aquellos que a hombro pelado construyeron ese famoso mercado “La Parada”, esa misma
es la que ahora invoca al pueblo buscando su apoyo.
¿Cuál es la diferencia en esa
disyuntiva? Ninguna. Son los mismos. Son diferentes representantes de la misma
clase, con distintos ropajes. Aunque lo obliguen a votar, esa apuesta no es la
del pueblo trabajador. Ese asunto no compete a los que a diario verifican que
solo en el último trimestre todo ha subido casi el 50%, a los que viven presionados
por las deudas, a la inmensa mayoría en
el campo y la ciudad.
Este país está polarizado desde su
origen. Cuánto más si sus gobernantes se resisten a la política, y es el
garrote lo que esgrimen para solucionar los problemas. Y el fantasma de la
insurrección late diariamente. Hay muchos problemas pendientes en el Perú, y el
principal es la memoria histórica, (¿cómo nos pusimos así?).
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