La agudización de la lucha de clases a
nivel mundial es lo primero que se avizora en el horizonte. La caída de un
sistema, que se presenta actualmente como la crisis más turbulenta de su
economía, se expresa con estrépito y perjudica principalmente a los más pobres.
Millones de desempleados en Europa y EEUU deambulan por las calles tras una
oportunidad laboral (¡sabemos de ollas comunes en París!), constituyendo el
ejército industrial de reserva más grande que recuerde la historia.
De un lado es la mano de obra barata
que la producción capitalista requiere, pero también el germen de una nueva conciencia
cuya función transformadora conducirá el mundo los próximos años.
Expresión de ese instintivo sentido de
organización acaso fue el movimiento de los “indignados” que masivamente se
convirtió hace muy poco en una señal de rebeldía e inconformidad. Es verdad que
no tenían una ideología puntualizada hacia los más pobres ni abrazaban entonces
ideales más altos. Pero era una expresión de las masas. Y para nosotros las
masas son todo. La forja del camino correcto empieza en el llano, con ellas.
Otras son las condiciones ahora. Se
agudizan, decimos, las contradicciones y todos paulatinamente ocupan su lugar.
Porque la economía burguesa trastabilla y suceden unos tras otros capítulos de
recesión que inmovilizan las iniciativas. Se vuelven todas sospechosas y vemos
como se acusan unos a otros, porque las ideas que las guían no tienen el brillo
que da el bien común, sino la pútrida señal del individualismo.
En el Perú, el gran espectáculo de una
clase despellejándose no se lo pierde el pueblo de a pie, el que camina, el que
marcha el día a día. Es posible que alguno se pregunte: “¿Y esta es la
democracia que hay que defender? ¿Y estos son nuestros demócratas?” Miles de
profesores a punto de ser despedidos, universidades con sus tres estamentos a
poco de ser baloteados -con el agravante que quieren poner a la CONFIEP como
parte actuante en la educación-, y una ley en ciernes sobre “el servicio civil”,
para garantizar el camino de la acumulación capitalista.
La contrapartida en el Perú y el mundo
es la creciente conciencia clasista, que debe facilitar la construcción del
gran frente que necesitan los pueblos, sin dogmatismos, sin sectarismos, sin
prejuicios. Al parecer, no habrá balance del camino emprendido y detenido, pero
las luchas del pueblo no cesaron y continúan, y no pueden esperar por aquellos
que pretenden ser los dueños de la historia.
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