1 de julio de 2013

EDITORIAL

La agudización de la lucha de clases a nivel mundial es lo primero que se avizora en el horizonte. La caída de un sistema, que se presenta actualmente como la crisis más turbulenta de su economía, se expresa con estrépito y perjudica principalmente a los más pobres. Millones de desempleados en Europa y EEUU deambulan por las calles tras una oportunidad laboral (¡sabemos de ollas comunes en París!), constituyendo el ejército industrial de reserva más grande que recuerde la historia.
De un lado es la mano de obra barata que la producción capitalista requiere, pero también el germen de una nueva conciencia cuya función transformadora conducirá el mundo los próximos años.
Expresión de ese instintivo sentido de organización acaso fue el movimiento de los “indignados” que masivamente se convirtió hace muy poco en una señal de rebeldía e inconformidad. Es verdad que no tenían una ideología puntualizada hacia los más pobres ni abrazaban entonces ideales más altos. Pero era una expresión de las masas. Y para nosotros las masas son todo. La forja del camino correcto empieza en el llano, con ellas.
Otras son las condiciones ahora. Se agudizan, decimos, las contradicciones y todos paulatinamente ocupan su lugar. Porque la economía burguesa trastabilla y suceden unos tras otros capítulos de recesión que inmovilizan las iniciativas. Se vuelven todas sospechosas y vemos como se acusan unos a otros, porque las ideas que las guían no tienen el brillo que da el bien común, sino la pútrida señal del individualismo.
En el Perú, el gran espectáculo de una clase despellejándose no se lo pierde el pueblo de a pie, el que camina, el que marcha el día a día. Es posible que alguno se pregunte: “¿Y esta es la democracia que hay que defender? ¿Y estos son nuestros demócratas?” Miles de profesores a punto de ser despedidos, universidades con sus tres estamentos a poco de ser baloteados -con el agravante que quieren poner a la CONFIEP como parte actuante en la educación-, y una ley en ciernes sobre “el servicio civil”, para garantizar el camino de la acumulación capitalista.

La contrapartida en el Perú y el mundo es la creciente conciencia clasista, que debe facilitar la construcción del gran frente que necesitan los pueblos, sin dogmatismos, sin sectarismos, sin prejuicios. Al parecer, no habrá balance del camino emprendido y detenido, pero las luchas del pueblo no cesaron y continúan, y no pueden esperar por aquellos que pretenden ser los dueños de la historia.











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