Bangladesh. Los resortes más ocultos de la
globalización mundial se hicieron visibles recientemente en Bangladesh, cuando
el derrumbe de un edificio hacinado de máquinas dejó 1,127 muertos y 2,438
heridos, principalmente mujeres, nefasto costo de la exitosa industria textil de
conocidas marcas europeas y norteamericanas. Los negocios de moda rápida (fast
fashion) cultivan el gusto de los consumidores por vestuarios de marca a
precios bajos, confeccionados en países pobres que proveen de mano de obra barata,
y donde los trabajadores carecen de organizaciones que impulsen el cambio de
tales condiciones. De modo que resulta “normal y competitivo” que la fuerza
laboral reciba menos de 50 dólares mensuales por jornadas de 12 y 15 horas diarias.
Es la sobreexplotación la nueva y bendita ley, y bienvenida la inversión
extranjera. Para eso están los gobiernos, para garantizar la violencia
soterrada de un sistema que arrastra en su agonía tantas vidas inocentes.
Siria. Desde marzo del 2011, el conflicto
sirio se ha convertido en una guerra de poder regional entre militantes
equipados y capacitados por occidente y un régimen impopular, donde ya han
muerto 70,000 personas y se han visto desplazadas más de un millón. Los datos
demuestran abrumadoramente cómo Estados Unidos y sus aliados, por años, han equipado
a sabiendas a militantes extremistas con poca consideración por la vida civil.
Los motivos para la violenta incursión aparecen arraigados en
intereses
geoestratégicos. Irán firmó recientemente un acuerdo de 10 mil millones de
dólares para un gasoducto con Siria e Irak —rechazado vehementemente por
Estados Unidos— que traería hidrocarburos iraníes al Mediterráneo así como a
Rusia, que ha intentado ampliar su influencia en el desarrollo de la energía de
la región. La estrategia de Estados Unidos es la de aislar y debilitar el
régimen iraní mediante la eliminación de un importante socio regional, Siria,
despejando así el camino para imponer el control imperialista sobre las extensas
reservas de energía que abarca desde la Cuenca del Caspio hasta el Golfo
Pérsico. Este baño de sangre tiene pues un responsable y un propósito de
rapiña.
México. Los ciudadanos del país viven entre
la incertidumbre, el miedo, la violencia, la falta de
desarrollo y el
desempleo. La violencia ligada al tráfico de drogas ha dejado en México más de
70.000 muertos en los últimos seis años, según cifras oficiales, la mayoría por
ajustes entre los cárteles o en operativos militares para combatirlos. “El Estado
mexicano no tiene capacidad real para prohibir estos grupos, ya que ello
tendría un costo político. Las comunidades asoladas por el crimen tampoco
tienen muchas opciones y la gente desesperada se organiza como puede,
obviamente con el riesgo de que se cometan abusos, porque no tienen ningún
control” afirmó Jorge Chabat, experto en seguridad nacional del Centro de
Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Por su parte, López Obrador, dos
veces candidato en elecciones señaladas de fraudulentas, afirmó que “no importa
quién esté en la presidencia de la República, si Calderón o Peña, al final de
cuentas son lo mismo, porque no cambia la política económica neoliberal que
llevó a la decadencia, a la degradación de la nación, pues está diseñada para
favorecer al uno por ciento de los mexicanos, a costa del sufrimiento de la
mayoría del pueblo”.
Turquia. Las fuerzas del orden capitalinas
intentaron desalojar la céntrica plaza Kizilay, donde se habían concentrado unas
10,000 personas para protestar contra los planes urbanísticos del gobierno.
Inicialmente la policía reprimió con gases lacrimógenos y cañones de agua a
cientos de estudiantes que intentaban acercarse a la sede del Gobierno del
primer ministro, Erdogan. Poco después iniciaron el desalojo de la plaza, que
desencadenó una batalla campal entre manifestantes y los agentes de la policía.
Hubo numerosos heridos y varios médicos confirmaron que la policía estaba
disparando con balas de caucho contra los manifestantes y gases lacrimógenos
contra hospitales y edificios de viviendas en el centro de la ciudad, causando
el pánico entre manifestantes y habitantes. Estos hechos repercutieron en Alemania
donde miles de turcos en Berlín rechazaron el autoritarismo de Erdogan y
exigieron su renuncia.
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