El auténtico origen del uso de la
bandera roja como insignia de los movimientos obreros se remonta a 1789,
durante la Revolución Francesa; la Ley del 20 de octubre de ese mismo año
decretaba el despliege de una bandera roja para anunciar que el ejército iba a
intervenir, con el fin de reprimir una revuelta.
En marzo de 1871 los revolucionarios
se apoderaron del Hotel de Ville en París, que fue el centro de operaciones de
la Comuna de París, e izaron la bandera roja de la revolución y el
internacionalismo. La Comuna de París fue la primera toma del poder de la clase
trabajadora y sus aliados. En su obra La guerra civil en Francia, Carlos Marx
dijo: “El viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia ante el espectáculo
de la Bandera Roja”.
Banderas rojas en la Comuna de París |
Esta no fue la primera vez que los
oprimidos izaron la bandera roja como símbolo de sus aspiraciones revolucionarias.
Históricamente, las clases rebeldes han izado la bandera roja cuando se han
rebelado. Por ejemplo, los esclavos de Roma la izaron cuando sus luchas estremecieron
el imperio, que al fin y al cabo sucumbió. La bandera roja era el símbolo de
los esclavos que no tenían más opción que la rebelión. Durante las grandes
rebeliones de campesinos que barrieron a Alemania, las legiones de campesinos
llevaban consigo la bandera roja.
Con el ascenso de la clase burguesa, y
el capitalismo, surgió por necesidad el estado nacional moderno, o las
naciones. A medida que luchaba por derribar las barreras impuestas por el
sistema feudal para crear condiciones favorables para su desarrollo, un mercado
para sus mercancías, y la libertad de comercio y transporte, el capitalismo
formó a los países tal como los conocemos hoy: cada cual con su propia bandera
nacional que representa a la clase capitalista de cada nación.
A medida que iba tumbando las trabas
impuestas por la sociedad feudal, fue surgiendo a la par de la burguesía una
nueva clase, el proletariado: una clase altamente socializada pero carente de
propiedad. El ascenso de la clase capitalista arruinó a muchos campesinos y
pequeños propietarios urbanos, que se vieron obligados a trabajar en las
fábricas de los capitalistas.
Ya para el siglo XIX, la lucha de
clases en el mundo era de un carácter muy diferente a lo que era durante las guerras
campesinas alemanas. Desde ese entonces todo movimiento social de importancia
sería influenciado de una manera u otra por la lucha del proletariado. La
bandera roja, enarbolada por esta nueva clase, adquiriría un nuevo significado:
la misión histórica del proletariado de emanciparse a sí misma y a toda la
humanidad.
OBSERVANDO EL PANORAMA
Con el lema “he triunfado,
me hice rico, yo fui pobre”,
pero no dicen que se
apropiaron del trabajo ajeno,
la burguesía y el
capitalismo ya fueron, ya no van,
ya no sirven para el
hombre,
la burguesía y el
capitalismo solo sirven para saquear,
robar, corromper, hacer
guerras, matar al hombre,
al niño, dar mal ejemplo,
forjar delincuentes,
empresarios, comerciantes,
presidentes,
parlamentarios, FFAA, FP,
jueces, periodistas,
J.N.E., alcaldes, etc etc,
todos delincuentes, se
acusan mutuamente
“no cumples las leyes, haz
robado”,
y todos salen con miles y
millones de dólares,
y los pueblos del mundo,
con millones de pobres,
pasando hambre, miseria.
La clase obrera
debe cumplir su papel en
la historia.
No basta luchar por
derechos fundamentales,
por libertad de los presos
políticos,
debe dar alternativa
económica y política
para enrumbar el camino de
un mundo nuevo,
sin pobres ni ricos.
Los ojos del mundo están
puestos
en la clase obrera, con
esperanzas,
¡viva la clase obrera!
¡viva el proletariado!
¡viva el pueblo
organizado!
(JUAN)
LA UNIVERSIDAD LIQUIDADA
En el año 2001, en la Revista Opciones
Pedagógicas 23, de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá,
publiqué un artículo titulado “La universidad amenazada” donde anunciaba, a
grandes rasgos, el desmonte por parte del neoliberalismo de una academia
crítica, contestataria y propositiva. Hoy en día la Universidad no solo está
amenazada sino liquidada. La tal llamada autoevaluación y acreditación
universitaria se ha constituido para la academia en una orden inexorable, en
una imposición autoritaria: o la ejecutan o la ejecutan. No hay ni existe
tercera vía. Este perverso plan trata de exterminar las apuestas críticas que
sostuvieron a la Universidad durante décadas como centro de construcción del
debate activo y de saberes a contracorriente. A los viejos académicos
polemistas se les ha marginado del ágora universitaria, arrinconándolos en la soledad
de sus cátedras y reemplazándolos por jóvenes con “espíritu nuevo” vigorosos,
eficaces, eficientes, emprendedores, progresistas y “realistas”. ¿Pero de qué
realismo se nos habla? ¿Cuál es la concepción de realidad y de ejercicio de la
misma que se propone y se valora? La respuesta la encontramos en las entrañas
empresariales y financieras de los mercados. “Sed realistas” es su eslogan, es
decir, sed indulgentes con la dictadura de los mercados. (Carlos Fajardo Fajardo
http://con-fabulacion.blogspot.com/)
No hay comentarios:
Publicar un comentario