Suponer que la adversidad en una
situación determinada se origina exclusivamente en un sólo factor es un juicio
nada dialéctico. Existen las situaciones de fondo y los sucesos
desencadenantes, y todo ello es parte de un proceso. Un conjunto de
acontecimientos que se acumulan y producen los reveses.
No debería entonces llamar a sorpresa
el aluvión de protesta que se presenta en el Perú de los últimos días, han
venido acumulándose y se precipita el estallido. Y es que no se puede pretender
una “gran transformación” donde en pos de ese propósito efectivamente hubo un
conflicto interno de la envergadura que hemos vivido durante décadas pasadas y
cuya impronta proyecta aún luces y sombras sobre la población. Sombras porque
las heridas no han terminado de cerrarse, y luces porque el valor de los
hombres y mujeres del pueblo es inagotable.
La experiencia de lucha del pueblo
peruano no se puede borrar por decreto, y no se puede pasar por encima de su
deseo de vivir en paz y prosperidad sin que salga a las calles y exprese
enérgicamente su rechazo cuando se atenta contra su seguridad. Cuando se
envenena su agua y su alimento. Su primer derecho fundamental es vivir.
Hace algunos años hubo un intento
desde el gobierno para propiciar condiciones que permitieran a los peruanos
llegar a la verdad y la reconciliación. A pesar del sesgo unilateral de sus
integrantes, y de las conclusiones a que llegó la Comisión de la Verdad y la
Reconciliación, ni siquiera ésta tuvo nunca la simpatía de aquellos que poco
después encabezaron los gobiernos posteriores.
Es pues evidente el empeño de
negarse a mirar de frente el fondo: en un país donde ha habido una guerra y
cuya repercusión no se trata debidamente, la secuela de violencia puede ser
interminable, como un capítulo en suspenso que no tiene cuándo acabar. Cuanto
más si las condiciones de desigualdad, de injusticia y arbitrariedad siguen
intactas. Y en el contexto mundial, como telón de fondo, la crisis del
capitalismo alienta a los pueblos a organizarse, porque los estertores de la
caída final pretenderán ser echados sobre los países pobres. El imperialismo y
las naciones ricas no van a quedarse con los brazos cruzados
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