LAS LUMINOSAS TRINCHERAS DE COMBATE DE "SENDERO LUMINOSO" *
Era
cerca de la medianoche cuando los pelotones guerrilleros comenzaron el ataque.
No les tomó mucho tiempo llegar a controlar la población. El penal era su objetivo
principal. 78 de sus camaradas serían liberados, 168 presos comunes se les
sumaron. Entretanto, en el cuartel “Los Cabitos” -a sólo dos kilómetros del
centro de Huamanga- las fuerzas del ejército se limitaban a reforzar la
vigilancia mientras esperaban que, en Lima, el alto mando decidiera si debían
intervenir o no.
Desdeñada por un
aristocrático mandatario, enigmática o indefinible para sus primos hermanos
izquierdistas, la insurgencia senderista había ido avanzando con insospechada
fuerza a través de las serranías ayacuchanas. Se había iniciado el 18 de mayo
de 1980, con la quema de ánforas electorales en el pueblo de Chuschi, el día en
que se celebraban elecciones presidenciales por primera vez en 17 años. El
asalto al penal de Ayacucho la presentaba, por primera vez, como una amenaza
nacional. Evidenciaba, en primer lugar, la derrota de la policía cuyos
efectivos habían sido progresivamente confinados a sus cuarteles urbanos,
dónde, como había ocurrido la noche del 2 de marzo de 1982, eran fácilmente
neutralizables por los audaces destacamentos senderistas. La democracia nacía
cediendo el campo a quienes se habían preparado para dirigir una guerra
campesina. Temiendo acciones similares en otros penales de la república, en
los días subsiguientes, el gobierno tomó la decisión de reabrir el antiguo
penal de El Frontón. Ubicado en un islote frente al puerto del Callao, por décadas
había servido para poner fuera de acción tanto a delincuentes como opositores
políticos. El propio Presidente de la República -Fernando Belaúnde Terry- había
pasado ahí una temporada. En los años 70 había sido cerrado. En la década
siguiente, su insularidad pareció ofrecer garantías frente a la crecientemente
agresiva subversión. En los meses subsiguientes, decenas de “delincuentes
subversivos” serían trasladados al apresuradamente rehabilitado penal.
Imposible sospechar
que era ese el comienzo de uno de los más dramáticos capítulos de la “guerra
popular” senderista puesto que, en ágil adaptación a las nuevas
circunstancias, el liderazgo subversivo determinaría que la conquista desde
dentro de las prisiones, más que el asalto desde fuera, exitosamente probado en
Ayacucho, era el camino a seguir. Que -en el peculiar lenguaje senderista- las
“mazmorras de la reacción” debían ser convertidas en “luminosas trincheras de
combate.”
Este trabajo rastrea
la evolución de esa concepción de trabajo político carcelario. Se trataba de
asignar a la prisión un cierto papel en el escenario de la “guerra popular”
que el Partido Comunista del Perú dirigía. Dicho papel debía ir reajustándose
de acuerdo al desarrollo de la insurrección. Esta avanzaba del campo a la
ciudad. La prisión ofrecía la posibilidad de establecer una presencia tras las
líneas enemigas, en el centro mismo del poder. Poniendo en juego su férrea
voluntad, los “prisioneros de guerra” senderistas revertirían la situación de
separación de la sociedad que, supuestamente, la prisión garantizaba, para
desafiar -desde su mismo patio interior- al poder constituido. En ese inesperado
terreno de disputa, ellos prevalecerían sobre sus captores en base a su
superioridad ideológica y política, a su valor, su disciplina y su capacidad de
entrega. De ahí, entonces, que la historia de la “prisión senderista” deba ser
entendida en la perspectiva de la evolución de la “guerra popular” en su
conjunto.
Producto de una
organización de fuerte constitución ideológica, su configuración fue
cuidadosamente diseñada y difundida a través de diversos documentos políticos.
Parte de esta exploración es, por lo tanto, textual. Entrevistas y el
conocimiento directo del espacio penal añaden la dimensión humana que, a su
vez, permite interrogar con mayor penetración a la fuente escrita. El uso
político de la cárcel, su redefinición como arena de lucha político-militar a
manos de una organización revolucionaria, es el tema central de este trabajo.
Tal análisis se realiza desde la perspectiva de los protagonistas de dicha
redefinición: el líder y estratega máximo de esa organización, los dirigentes
de las “trincheras luminosas de combate” –o LTC en los documentos senderistas-
- y sus soldados rasos cuya entrega escribiría con sangre la epopeya
partidaria. Comenzamos, por ello, examinando el desarrollo de la voluntad y la
ideología que concibió y llevó a la práctica esta audaz y riesgosa empresa
política. En el contexto de la izquierda peruana y latinoamericana reside ahí
la distinción del Partido Comunista del Perú usualmente conocido como Sendero
Luminoso.
* “La Voluntad
Encarcelada”, José Luis Rénique, profesor en el Lehman College, City
University of New York. Fragmento introductorio del estudio presentado en la
reunión de Latin American Studies Association, Dallas, Texas, Marzo 27-29,
2003. Citado por Revista Ideele en mayo 2012.
2 comentarios:
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