El capital vence constantemente a la
ciencia en el campo de la nutrición. Es el gran poder del imperialismo que está
detrás. Las grandes marcas de comidas como Mc Donald, Burger King, KFC, Nestlé,
Coca Cola, Kraf, entre otras, gastan millones de dólares al año para comprar
políticos, además de ofrecer grandes gratificaciones a los nutricionistas para
que diseñen la pirámide alimenticia de los países de acuerdo a sus intereses.
La industria alimenticia siempre está presente para asegurarse que las reglas
de una alimentación saludable sean tan ignoradas como sea posible.
En cualquier escuela todos los
esfuerzos por preparar buenos ciudadanos terminan en nada cuando suena la
campana del recreo. Durante el fiambre del recreo todo conocimiento certero es
tirado a la basura, junto con las sobras de la “siempre a tu alcance” comida
chatarra. Lo que aparentemente puede ser muy práctico en las loncheras de los
niños, no lo es en realidad si desde pequeños están predispuestos a la obesidad,
el asma, la anemia, que causan las grasas de tipo animal, y el azúcar y harinas
refinados que tienen las golosinas de los kioscos de los colegios.
Más allá de ver nuevos y vistosos
productos en las tiendas y supermercados, los estudiantes deben saber qué es lo
que comen, de dónde vienen, qué composición nutricional tienen los alimentos.
La educación no puede, no debe terminar a la hora de comer. La alimentación
debe ser una experiencia educativa. No podemos permitir que nuestros hijos se
conviertan en presos de los comerciales de comida pues los están manipulando
con oscuros fines. Les ocultan la relación entre la cultura y la comida, el
campo y las personas, la salud y el ambiente. Y esos son también crímenes de
lesa humanidad, aún no considerados en constitución alguna.
Justamente en estos días y en nuestro
medio se divulgó un informe sobre el porcentaje de partos por cesárea en
clínicas particulares de Lima. Para gran sorpresa nuestra, éstos llegan al 80%
y 90%. Es decir, hay un clima médico institucional interesado en romper las
reglas naturales de la maternidad, para favorecer una atención quirúrgica
contratada, con la ventaja económica que esto supone para la clínica. Esto no
es todo. En el mismo informe se observa que el recién nacido es inmediatamente
puesto en manos de un ambiente donde la primera lactancia es a través de leches
sintéticas que constituyen el flamante nexo entre los próximos ciudadanos y las
grandes empresas internacionales de la nutrición.
La conexión entre alimentación, salud,
cultura, ambiente y el futuro de la humanidad es un hecho largamente
demostrado. Y para muchos cambiar de hábitos alimenticios puede ser difícil,
pero sin ese cambio donde predomine la comida fresca, nutritiva y nuestra, la
enfermedad y la muerte están en la perspectiva. (M.G.)
NUESTRO VENENO COTIDIANO
“La cadena de alimentación está
contaminada”, sostiene la periodista francesa especializada en
agroalimentación Marie-Monique Robin, que acaba de publicar en España el libro
“Nuestro veneno cotidiano”, una investigación sobre las sustancias químicas que
llegan a nuestro plato.
Analiza con detalle las moléculas
químicas a las que estamos expuestos en nuestro entorno y en nuestra alimentación.
Las analiza, partiendo de “lo más simple y de lo menos discutible”, como las
“intoxicaciones agudas y después crónicas de los agricultores expuestos
directamente a los pesticidas” hasta llegar a lo más complejo: los efectos a
dosis pequeñas de los residuos de productos químicos que “todos tenemos en el
cuerpo”.
Dos años de investigaciones por Asia,
Norteamérica y Europa, testimonios de expertos, multitud de informes de
miembros de agencias de regulación alimentaria y estudios científicos avalan
este nuevo trabajo, en el que la periodista sostiene que miles de moléculas
químicas han invadido nuestra alimentación desde la Segunda Guerra Mundial y
que “solo un diez por ciento de ellas han sido estudiadas seriamente”.
“Esta invasión química está vinculada
al desarrollo de la sociedad de consumo, que ha provocado la salida al mercado
de miles de productos de consumo corriente cuya fabricación o transformación
se basa en unos procesos químicos cuya toxicidad está muy mal evaluada”, según
la periodista.
(Tomado de
www.nodo50.org/ciencia_popular).
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