“No se puede invocar la modernidad
para despojar derechos”,
nos dijo un joven dirigente, pocos días antes de los sucesos vividos en la
Parada que ha costado la vida de cuatro ciudadanos, de cientos de heridos y
detenidos, y la sensación que la clase en el poder se precipita al militarismo,
como un caballo desbocado y sin freno.
La Parada era un enorme pampón hace 68
años cuando fue donado por un acaudalado vecino, dueño de tierras, con la
finalidad de hacer allí un enorme mercado. Y efectivamente éste fue el último
paradero de los camiones y autos de trasporte que llegaban desde la sierra
central.
Era el mercado de La Parada. Y en su
entorno giró la producción agrícola de buena parte del campesinado peruano. Una
cadena de agricultores y vendedores, generaciones de productores de los
alimentos que abastecían a Lima convertidos después en comerciantes. La ley del
dinero se impuso en la zona y, como es sabido, al calor del fácil intercambio, el
lugar se llenó de bares y restaurantes, de hoteles al paso.
Para muchos limeños La Parada se
convirtió en un lugar mítico porque a su vez generó un enorme mercado de
pulgas, Tacora, corazón del lumpen y los reducidores.
Ahora, ejerciendo el estilo de moda “golpea
primero y dialoga después”, se invoca los valores ciudadanos para justificar
una brutal represión contra los trabajadores, comerciantes y vecinos de la
zona, alegando que iban a instalar una valla para los camiones. Bien se sabe
que lo que se quiere es el terreno, ésta es una medida para arrebatarles el
espacio contiguo a Gamarra, emporio comercial donde recientemente pasearon la “primera
dama” y la secretaria del Estado USA, Hillary Clinton. Miserable papel cumplió el
alcalde de La Victoria, vinculado al exitoso negocio de arquitectura y la
construcción civil, que creó la especie de que los comerciantes habían dado 100
soles a los que enfrentaron a las tropas policiales. Y es lo que repitieron mecánicamente
los medios de comunicación, con el deliberado propósito de inclinar con tal
miseria la opinión del público. Muchos infundios han prosperado, el recurso del
cobarde es la mentira. La generalización, el ver todo aplanado como una torta,
sin perspectivas, lleva a esos “líderes de opinión” a ver delincuentes,
prostitutas y matones donde hay trabajadores y trabajadoras, gente que a pulso,
provincianos en general, se gana la vida día a día y que con su trabajo
potenció este enorme mercado.
El propósito de trasladar el mercado
fue postergado de alcalde en alcalde, hasta que llegó la “rotunda y decidida”
alcaldesa. Las acusaciones se repetían una y otra vez, que La parada era sucia,
llena de gente de mal vivir, etc. Nunca se dijo que los vendedores de La Parada
eran inquilinos que pagaban una merced conductiva, y que la administración de
los cobros estaba en manos de EMMSA, empresa de la Municipalidad, que recibía
40,000 soles diarios por peaje, alquileres e impuestos a los ambulantes.
El orden y la limpieza estuvieron
siempre bajo responsabilidad de la Municipalidad. Con tal recaudación este
podría ser un mercado modelo. ¿Y qué se hizo de los 3 millones que EMMSA
recibió de la Municipalidad para subsanar las observaciones que en el año 2011
hizo Defensa Civil.
Si nunca se reparó nada, ¿dónde quedó
el dinero? Los delincuentes de cuello y corbata hicieron la suya. El 23 de
octubre, por tercera vez, una marcha multitudinaria en dirección al Congreso de
la República llenó la Avenida Abancay con la demanda de trabajadores y
comerciantes del Mercado Mayorista (La Parada) por preservar su centro de
trabajo y contra el propósito de la Municipalidad de Lima de desaparecer este
mercado que en los hechos es un complejo sistema de comercialización que acoge
a miles de personas, que en medio de contradicciones, desde que les llegó la
noticia de la inminente liquidación del mercado, se unieron en un comité. Ellos
encabezando la marcha presentaron hace pocos días la solicitud formal al
Congreso de la República que le pedía interceder ante el inminente atropello de
la Municipalidad.
La defensa del trabajo es un valor muy
alto para los trabajadores. ¿Cuáles eran sus propuestas? “En primer lugar, rechazamos
que se nos presente como enemigos de la modernidad.
Somos los primeros interesados en
mejorar la calidad del servicio, mejorar las condiciones de trabajo, pero la
modernidad debe incluir los derechos y las necesidades de las personas. No se
puede invocar la “modernidad” para despojar derechos, poner en riesgo
inversiones y autonomía alimentaria, poner en riesgo la campaña agrícola de los
campesinos –cuyo pequeño capital no les permite desenvolverse autónomamente–, y
es el mayorista el que le financia el 50% de su campaña agrícola por
adelantado. Estamos por los cambios y la modernidad, siempre que se consideren
a todas las personas que han creado este sistema de comercio. Porque este es un
sistema comercial. No solo es el terreno. Este es un sistema que involucra
desde el campesino productor, al transportista camionero, el estibador rural,
el comerciante mayorista, el estibador de mercado, el carretillero, el comprador
minorista –el sistema de 1,200 mercados en todo Lima–, y los comerciantes de
alrededor. Para nosotros, toda propuesta de modernización de nuestra actividad debe
considerar todo el sistema.
La segunda cuestión: cualquier reubicación
o traslado de este sistema comercial debe tener la infraestructura suficiente y
adecuada para cada tipo de producto y servicios complementarios (actividad de
los carretilleros, estibadores, estacionamiento para camioneros).
En tercer lugar, planteamos que el
modelo de gestión, sea en Santa Anita o en otro lugar, debe instalar a todos allá
y todos allá concertemos planes de modernización con metas verificables, y los
que no quieren adecuarse a los cambios de mejora, de superación, se quedan
afuera pero por su propio descuido. Que no sea una decisión administrativa la
que expulse a la gente a la desocupación.
Finalmente, planteamos que para
implementar estos puntos previos, es necesario que se instale una mesa de
trabajo con la Municipalidad de Lima. Proponemos que la negociación sea con una
institución mediadora que modere este debate, y puede ser el Congreso, para que
la opinión pública sepa qué es lo que se debate realmente”.
En la marcha obcecada hacia una nueva
acumulación originaria y la búsqueda de facilitar el camino a los intereses
monopólicos en el sector alimentos, la alcaldesa -avalada por el gobierno- ha
arremetido contra el pueblo y su derecho fundamental al trabajo, con el
infausto resultado de cuatro muertos, decenas de heridos y detenidos. Al pie de
la revocatoria, todos se culpan pero están de acuerdo en el justo homenaje al
caballo. (A.M.)
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